27 de septiembre de 2008

"LA TARRAYA"

Es curioso, pero la primera playa de la que tengo recuerdo es La Bandurria, lugar obligado al que ibamos a veranear en vacaciones. Nunca imagine que al costado nada mas existía un lugar tan especial, que se convertiría en mi refugio favorito. Era una pequeña caleta escondida conocida como "La Tarraya". Desde que la ví por primera vez, he mantenido un romance perpetuo con esta playita de ensueño.
La Tarraya fue la playa del barrio. Los que vivíamos entre la curva y la Palma la considerábamos nuestra y nunca la dejamos de frecuentar. Aún ahora, en mis esporádicas visitas a Supe, en cualquier época del año, no dejo de ir a buscar esa paz y esa sensación de libertad que encuentro recorriendo su orilla ovalada, observando el sol ocultarse tras los islotes rocosos o escuchando el rugir de las olas al estrellarse contra las peñas de San Rosendo.
Pero ¿porqué es tan especial La Tarraya?, por muchas cosas.
En primer lugar por el trecho a recorrer para acceder a la playa, entre 20 a 25 minutos comenzando por la orilla del mar junto a las fábricas de harina, siguiendo por el corral de vacas y de alli trepar la colina desde donde se puede apreciar la mejor vista de la bahia porteña, descendiendo nos encontramos con una zona de pequeños acantilados, finalmente, tras un cerro, se abre a nuestros ojos la caleta.
Es especial, porque al ser una playa rodeada de islotes, éstos hacen las veces de rompeolas y por tanto es un lugar ideal para disfrutar de sus tranquilas aguas, además fue en esta playa donde aprendí a nadar.
Es especial, porque en este sitio puedes practicar la pesca, la marisqueria, la caza del may may, el cangrejo y el pejesapo entre otras actividades marinas.
Es especial, porque es la única playa que cuenta con una fuente inagotable de agua mineral (el chorrito) que brota de uno de los cerros que la rodean.
Pero es especial fundamentalmente, por ser el lugar donde quizas pasamos los momentos mas queridos y felices cuando vivimos en Puerto Supe. Como no recordar con nostalgia aquellos ceviches preparados en plena peña con pescado recién salido del mar, inigualable. O los chapuzones desde la peña de pejerrey que muchas veces terminaban en una carrerita hasta el islote. O aquellos domingos familiares en donde todo el barrio se trasladaba a La Tarraya -con almuerzo incluído- y pasábamos un día formidable. Como no recordar la famosa papa a la jijuna de la Tía Tarcila (QEPD y DDG), que nos ponía a punto al caer la tarde, justo para iniciar el retorno a casa. O aquella vez que mi viejo celebro su cumpleaños en la playa, inolvidable. O las veces en que al final del día nos quedábamos solo los patas y ya con el frio encima nos dábamos el último chapuzon y regresabamos corriendo a nuestro querido 3er pasaje.
En fín, este ha sido mi recuerdo a esta playita querida que siempre ocupara un lugar importante en mi memoria.

Con los amigos en La Tarraya.

26 de septiembre de 2008

Mis Garabatos (1)

ESE LUGAR EXISTE
Para todos existe un lugar ideal,
un refugio abandonado que esta esperando siempre,
un sitio donde la melancolía de los recuerdos
y la añoranza de los años idos,
se mezclan y dan vida a invisibles seres que,
cual celosos guardianes,
deambulan sin cansancio
por ese espacio de tiempo detenido,
esperando nuestro regreso...

Un lugar ideal, de eso se trata.
Donde la memoria alcance
para satisfacer nuestras recónditas angustias.
Y el reencuentro con esos seres fantasmales
sean catarsis suficiente
para explicar nuestra propia existencia.

He vuelto muchas veces a ese lugar,
lo sigo soportando como parada obligada
en este largo viaje de intentos inútiles.
Siempre está -igual que ayer- esperando sin apuro,
la inevitable visita
de su solitario y agotado dueño.
Siempre está, con ese deseo eterno
de fundirse conmigo y lograr la victoria final.
Entonces ya no habran recuerdos
ni fantasmas, ni existencia. Solo quedará
un espacio vacío, inocuo y olvidado;
al acecho de otro ser como yo,
sin historia, sin mañana, sin final...

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