11 de noviembre de 2008

Club Deportivo "FLECHA ROJA"

Si hay una actividad a la que en entregue en cuerpo y alma durante mi niñez y adolescencia esta fue la practica del futbol. Yo me crie en un ambiente cien por ciento futbolero. Mi abuelo y mi padre fueron peloteros por excelencia. Ambos jugaban en la defensa y yo seguí sus pasos como lateral derecho.
Es el caso que nuestros pininos como futbolistas lo hicimos participando en los campeonatos que se organizaban en las vacaciones de verano.
Esta historia se ubica en el primer campeonato de fulbito en el que participé y que se realizó en la canchita que quedaba al frente de la Lobitos y que normalmente era un depósito de harina de pescado. En aquella época (1972 ó 1973 aprox.) eramos unos chiquillos de 11 o 12 años que por primera vez nos poníamos un uniforme deportivo y salíamos a la cancha con la ilusión de ganar un torneo. Recuerdo que hubo toda una discusión por buscar un nombre decoroso a nuestro equipo. Al final creo que nos decidimos por el menos adecuado, pero como mayoría manda se opto por llamarlo "Club Deportivo Flecha Roja" y teníamos la enorme responsabilidad de representar a nuestro barrio (1er, 2do, 3er pasaje y la Panamericana).
Si no me falla la memoria conformaban el equipo: Mario Chavez, Angel Cavero, Luis Salas, mi hermano Luis en el arco, Cesar de La Cruz, Fernando Perea y un servidor. Habíamos contado con tener a Gilberto Romero en el equipo que estaba de vacaciones en Trujillo y nunca llegó a tiempo.
Demás esta decir que en este campeonato participaba la flor y nata del semillero porteño con amplia experiencia en estas lides, pero confíabamos en tener una decorosa actuación. Como entrenador y consejero quien mejor que mi querido "viejo" para ocupar ese cargo. Como eramos un equipo sin el respaldo de un club grande como el Victoria o el Cristal, cada uno tuvo que confeccionar su respectivo uniforme, el mismo que sería un polo blanco al cual se le tenía que coser una flecha roja como único distintivo. Nuestras pobres madres se la pasaron toda la noche cociendo las benditas flechas para que sus engreidos tuvieran una presentación decente.
Aquella vez comenzamos con buen pie, ganamos nuestros dos primeros partidos de la serie, de ahi teníamos que disputar nuestro pase a la final con poderoso cuadro del "Juventud Victoria" donde jugaban entre otros: "cachito" Castañeda, "balín" Julca, Hector "marinero" Masias, "conejo" Lopez; años despues, todos ellos brillarían con luz propia en el futbol porteño.
El caso es que en ese "memorable" partido tuvimos que comenzar las acciones sin el entrenador, pues resulta que justo ese día era cumpleaños de mi papá (9 de febrero) y como es lógico estaba celebrando a un par de cuadras en "El Cariño" de la recordada Margarita Boza.
No se si fue la falta de entrenador, el nerviosismo de jugar a local lleno frente a los favoritos o simplemente no era nuestro día. Lo cierto es que al terminar el primer tiempo, nos habían encajado 4 goles y la cosa daba para peor. Recuerdo, como si fuera ayer, que justo en ese instante, cuando nuestro orgullo estaba por el suelo, llegó Reynaldo Arenas -a quién le habían contado de la catástrofe que estaba pasando- y nos dió nuestro primer "café cargado", "carajeada" o "gramputeada" de nuestras vidas. Osea, esa escena que ocurre en el entretiempo, cuando un equipo esta siendo humillado y el entrenador tiene que dejar de lado el manual de DT para convertirse en el padre, ese único ser que puede a punta de experiencia de vida, caracter y sabiduría, en 5 minutos, levantar a sus pupilos, inyectarles una sobredosis de coraje y pundonor, y hacerles creer que nada esta perdido, que aunque tengan que hacer un gol por minuto lo podemos conseguir. Creo que esa fue la primera lección de vida que recibí de mi querido viejo y ese momento lo guardo en mi memoria como un tesoro invalorable.
2do. Tiempo, 3 minutos, gol de "pito" Cavero -4 a 1-; 7 minutos, gol de "dito" Perea -4 a 2-, 12 minutos, entrada al area de Cesar de La Cruz, foul del arquero, penal -era el 4 a 3-; esa cantaleta tan de moda en estos tiempos el "si se puede", ya resonaba en nuestros corazones aquella tarde. En esos momentos eramos capaces de ganarle al campeón del mundo. Un hincha victoriano entra a la cancha (no faltan los que malogran la fiesta con su bestialidad) intenta agredir al arbitro. En eso veo a mi "viejo" entrar y enlazarse en una bronca descomunal. El espectaculo quedó atras, el partido nunca termino, el resultado quedo 4-2 y nunca sabremos que hubiera pasado de haber continuado el juego. Yo estoy convencido que hubieramos ganado. Que esta lineas sean un homenaje a esos amigos (a los que no veo por decadas) que superando la adversidad escribieron una pagina memorable en nuestras vidas, y al hombre que nos guió en esa empresa, mi padre.

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