27 de febrero de 2020

CRÓNICA DE UN REENCUENTRO SOÑADO (Los Amigos de mi barrio 2)

"Algún día nos volveremos a encontrar, quizás en la Fiesta de la Cruz, o en San Pedro, de repente un 28 de Julio, una navidad o un año nuevo, a lo mejor en un caluroso día de febrero sentados en las arenas de la Tarraya o un domingo por la tarde en el estadio viendo un clásico Cristal-Victoria. Lo más probable es que sea un sábado por la noche en la esquina del 2do pasaje, fumando el último cigarrillo de la jornada."
Así terminaba mi relato sobre "los amigos del barrio", que escribí el 27/01/09, con la esperanza de que ese reencuentro se cristalizara "algún día". Y ese día llegó. Este 22/02/20, después de casi 40 años, nos volvimos a ver los amigos de toda la vida. Y, aunque fue un sábado de febrero, no fue en la esquina del 2do pasaje, sino donde tenía que ser: en nuestro querido Tercer Pasaje. En el año 1980, no estoy seguro si fue después de un paseo a la fortaleza de Paramonga o en una reunión en "las brisas" donde, presintiendo que, esa invariable costumbre de reunirnos 3 o 4 veces al año estaba llegando a su fin, hicimos la firme promesa de volver a juntarnos dentro de 10 años, ósea en 1990. Esa promesa nunca se cumplió y tuvieron que pasar cuatro largas décadas para ver al grupo nuevamente reunido.
Sospecho que, para todos igual que a mi, llegábamos a este momento con la inquietud de querer saber cuánto habíamos cambiado y qué había sido de nuestras vidas en este tiempo que transcurrió. Mi impresión ha sido rotunda: pareciera que el tiempo se hubiera contraído, es más, se hubiera estancado, porque después de los primeros abrazos y saludos, me dí cuenta que nada ni nadie había cambiado, que seguíamos siendo los mismos de siempre, como si esa reunión la hubiéramos planificado igual que como quedábamos en vernos en Pan de Azúcar después de haber compartido el Año Nuevo. Que alegría me invade el poder comprobar que esos lazos de unión, cariño y amistad que se forjaron hace mucho tiempo, permanecen incólumes e inalterables al día de hoy y, que con este esperado reencuentro, lo hemos reafirmado y reforzado.
Es cierto que hemos estado muchos, pero no todos. Las agendas de último momento, las distancias geográficas insalvables o la falta de contacto han jugado en contra para que muchos amigos no puedan haber participado; es comprensible y seguramente tendrán su oportunidad de desquitar la ausencia en la próxima reunión. Es cierto también que el grupo se ha incrementado porque ahora participan amigos, no solo de una, sino de dos o mas generaciones sin que se sienta la diferencia de edad a la hora de juntarnos a confraternizar. Todos somos una sola collera y esto, creo yo, que es una de los grandes aciertos que deja este episodio del sábado 22, con miras a futuros encuentros: ya no somos sólo un grupo de amigos íntimos, ahora somos una familia con una misma idea y un solo espíritu.
Todos los amigos que llegaron ese día al Tercer Pasaje son entrañables y cercanos. Todos colaboraron de una y otra forma con el éxito de tan memorable jornada. Quiero personificar a todos los que llegaron en una persona que, estoy seguro todos coincidirán, fue el alma del grupo en los primeros tiempos, que estuvo ausente por décadas y, a quien felizmente, hemos recuperado; me refiero a nuestro hermano: Jorge Tineo Godos. Yorch no nació en el barrio ni creció con nosotros; pero desde que apareció en nuestras vidas nos dio tal ejemplo de humildad, sencillez, sinceridad y perseverancia que se gano inmediatamente un lugar en los amigos del barrio. Creo, sin temor a equivocarme (parafraseando a mi viejo), que en Jorge se resume el espíritu, el corazón y la fortaleza de nuestro grupo. No te vuelvas a perder tanto tiempo estimado amigo.
En cuanto a lo que se vivió hace 5 días lo puedo resumir en dos palabras: emoción y nostalgia. Cada saludo, cada abrazo, cada gesto que se sucedieron a lo largo de todo el día fueron el marco perfecto para coronar una jornada inolvidable plagada de remembranzas y anécdotas que nos llevaban a otros tiempos. Cada recuerdo nos remontaba inevitablemente a esa etapa tan especial de la vida como nuestra adolescencia y juventud. Y la pasamos bien. Y nos sentimos contentos de haber compartido un instante de nuestras vidas con la gente que compartió nuestra vida en muchos instantes. Y recordamos con cariño y pena a los que se fueron muy pronto pero que siguen siendo parte de esta historia. Y brindamos por el bienestar y felicidad de cada uno de nosotros y de nuestras familias.
Y es cierto, volvimos a estar, un caluroso día de febrero, sentados en las arenas de La Tarraya. Volvimos a caminar sobre sus porosas rocas contemplando el inmenso azul del Pacífico y disfrutando de un merecido chapuzón en sus gélidas aguas como un fin de fiesta perfecto.
Algún día nos volveremos a encontrar, quizás en el tercer o segundo pasaje, de repente en un cumpleaños, una celebración o una despedida; a lo mejor un hermoso día de julio rememorando esa última caminata de hace 40 años o un domingo por la tarde disfrutando una pachamanca en la huerta de don Miro. Lo más probable es que sea un sábado cualquiera, en una esquina cualquiera compartiendo el último recuerdo de nuestras vidas. Hasta entonces ...

Que Dios los bendiga siempre.




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